FRANÇOIS CORREA RUBIO (EDITOR Y COAUTOR)
Infancia y trabajo infantil indígena en Colombia
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Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Organización Internacional de Trabajo (OIT), 2010. 401 páginas

 

Este libro recoge una serie de trabajos de investigación que sirvieron como base para establecer las orientaciones del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Colombia (OIT, 2010). Se propone "analizar las concepciones sobre la infancia, el trabajo, la pobreza, la educación y el trabajo infantil" (p. viii), así como la situación de la infancia y el trabajo infantil en la población indígena del país mencionado. Incluye seis estudios de caso, cada uno a cargo de una autora o autor diferente con trabajo de campo y con publicaciones o tesis previas sobre cada pueblo específico. De esa manera tenemos: wayúu, a cargo de Maya Mazzoldi Díaz; Sierra Nevada (kankuamo) de Patrick Morales Thomas; Cauca (nasa) escrito por Libia Tattay Bolaños; Orinoquia de Laura Calle Alzate; Vaupés, Ana María López; embera y wounan escrito por Lina María Montoya Morales. Así mismo, vale resaltar que la mayoría de los autores fueron formados como antropólogos en la Universidad Nacional de Colombia y, en menor número, en la Universidad de Antioquia; y que cuentan con posgrados en diferentes lugares.

Estas seis monografías están enmarcadas por dos estudios del editor: una visión panorámica sobre el trabajo infantil indígena en el país y unas reflexiones finales en torno a la formación de la autonomía infantil entre pueblos indígenas. Incluye además una presentación de la entidad financiadora, la OIT.

El texto inicial del editor François Correa establece una serie de distinciones conceptuales como marco para analizar y caracterizar el fenómeno del trabajo indígena; igualmente presenta un panorama general de los pueblos indígenas en Colombia planteando su situación en los años noventa (toma como base los trabajos publicados en su anterior obra, Encrucijadas de Colombia amerindia1). Concluye este primer texto retomando el esquema propuesto por la OIT para caracterizar el trabajo infantil y presentando las monografías consecuentes.

La perspectiva de la OIT se formula en la Convención de los Derechos del niño y en los Convenios 138 y 182 (suscritos en Colombia e incorporados en las Leyes 12 de 1991, 515 de 1999 y 704 de 2001). En concreto, la OIT precisa que "el trabajo infantil que debe ser erradicado incluye el de los niños y niñas por debajo de la edad mínima, las peores formas del trabajo infantil y las formas de trabajo peligroso", el que "afecta mental, física, social o moralmente a los niños y las niñas, y es perjudicial porque interfiere con su escolarización" (p. 15). Correa señala que la erradicación del trabajo infantil en el caso de los pueblos indígenas plantea tres retos: precisar el concepto de infancia; cuestionar la escuela —como mecanismo civilizatorio de los pueblos indígenas— como alternativo al trabajo infantil; y hacer una distinción clara del "trabajo infantil ligado a los procesos de producción y reproducción de la vida social y cultural de los pueblos y, por lo tanto, parte fundamental de los procesos de formación de los niños y las niñas" (p. 17).

Un estudio anterior de la OIT2 para América Latina propone distinguir entre el trabajo en el entorno familiar y comunitario y el que se produce fuera de ese entorno. Sin embargo, Correa señala que es difícil establecer esa frontera en sociedades con profundos intercambios con la sociedad mayoritaria. Por eso matiza la propuesta de la OIT al plantear que el trabajo infantil no debería ser erradicado cuando "el trabajo intracomunitario alimente la economía de mercado, o bien que el trabajo extracomunitario sea indispensable para sostener la economía indígena" (p. 18). La clave estará en "diferenciar el trabajo indígena que se realiza bajo sistemas económicos cuyo control sobre las condiciones de producción y reproducción social está en manos de los pueblos indígenas del trabajo que miembros de comunidades indígenas realizan bajo el control de terceros, dentro de la sociedad nacional" (p. 18).

A continuación Correa presenta un panorama de los pueblos indígenas en Colombia, de sus economías y formas de trabajo, las causas del trabajo infantil y una caracterización de las formas de trabajo infantil peligroso y peores formas de trabajo infantil. Finalmente propone unas recomendaciones: las políticas deben orientarse a la pervivencia de los indígenas como pueblos (p. 59), al respeto de los derechos humanos, pero también de los derechos colectivos como miembros de pueblos indígenas, y al derecho a la diversidad sociocultural. Proseguiré entonces a esbozar un inventario de los trabajos que componen el compilado.

La monografía sobre los wayúu, a cargo de Maya Mazzoldi Díaz, incorpora ampliamente elementos como contexto, historia, pautas de crianza, etapas de la vida infantil, concepto de adulto, formas de trabajo infantil al interior de la vida comunitaria, y un breve diagnóstico final. Sin embargo, se advierte cierta dificultad en las fuentes utilizadas, pues trata de articular datos provenientes de distintas épocas ante la ausencia de datos actuales precisos.

El texto sobre los kankuamo, por Patrick Morales Thomas, se basa en el trabajo de campo del autor en un interesante ejercicio de comparación con el libro The People of Aritama de los esposos Reichel-Dolmatoff3. Este informe no precisa fuentes ni es específico en la procedencia de los datos.

La monografía sobre el Cauca, escrito por Libia Tattay Bolaños, se centra en los nasa. Presenta entrevistas, abundante material producido por la autora y por los mismos indígenas y por sus organizaciones, incorporando así sus voces. Es un texto claro y uno de los más extensos (pp. 151-198). En este caso hay una gran riqueza y diversidad de fuentes muy actualizadas. En mi concepto, tal vez el mejor trabajo de los estudios de caso.

El estudio sobre Orinoquia, por Laura Calle Alzate, se centra en los sikuani-guahibo. Es el más extenso (pp. 199-255) y se dedica a una amplia revisión de la literatura pertinente, pero con ausencia de datos actuales precisos.

La monografía sobre el Vaupés, por Ana María López, retoma estudios publicados a finales de los años setenta y de los años ochenta, como los de I. Goldman, C. Hugh-Jones, Reichel-Dolmatoff y Correa. La autora hizo su trabajo de campo en 1994 y 2004, e incluye algunas entrevistas y los datos del censo del 2005 sobre trabajo infantil, aunque no precisa si las cifras se refieren específicamente a la población indígena.

El trabajo sobre los embera y wounan del Valle del Cauca, Chocó y la Cordillera Occidental, escrito por Lina María Montoya Morales, se basa en los estudios de Pardo, Ulloa y Vasco, y en un trabajo de campo reciente de la autora realizado entre el 2003 y el 2006.

Se percibe que todos los trabajos siguen un esquema similar, lo cual facilita la comparación; de igual forma se aprecia un esfuerzo por responder a unas preguntas comunes desde un vocabulario compartido. Varios de ellos incluyen cuadros y matrices que permiten visualizar los ciclos de vida y las formas de labor a ellas asociadas.

El profesor Correa en su capítulo final recoge los estudios de caso para tratar de "destacar algunos de los principios fundamentales en los que descansa la transmisión del conocimiento indígena tradicional" (p. 359) en dos secciones: descripción del ciclo de vida, y principios generales o mecanismos para la transmisión de los conocimientos.

El libro en su conjunto cumple con el objetivo que se propone. Tiene el mérito de mostrar la diversidad del concepto de infancia y de trabajo infantil, los problemas metodológicos para abordar este fenómeno y el contexto en el cual se produce. Igualmente presenta un completo panorama de la situación de la infancia indígena en varios pueblos de Colombia, identifica las problemáticas, aunque no logra precisar cifras ni datos consistentes. De tal manera que da cuenta de la relación de estos pueblos con la escuela y las formas como se están vinculando con la sociedad mayoritaria. Otro mérito del libro es que logra desmarcarse de una larga tradición de textos antropológicos y educativos sobre socialización e infancia, idealizados, ahistóricos, desconectados de las relaciones de estos pueblos con la sociedad mayoritaria y con otros pueblos.

El panorama de la situación del trabajo infantil indígena en Colombia es muy complejo, con frecuencia doloroso. Resulta imposible establecer un patrón o unas lógicas comunes para estos pueblos que viven situaciones diversas, las conceptualizan de forma también diferente, y se articulan de muchas maneras con la sociedad mayoritaria. Difícilmente podemos presentarlo en una reseña como esta. Las 400 páginas del libro no son en vano.

Hubiera sido importante, no obstante, mencionar de forma más explícita algunos de los numerosos trabajos antropológicos sobre el tema4, especialmente los realizados en la India y en el continente Africano, varios de los cuales se mencionan en la bibliografía, pero que no se incorporan de forma significativa al debate. Incluso estudios tan clásicos como Growing up in New Guinea de Margaret Mead5 aportan perspectivas muy interesantes: los adolescentes varones de la Isla Manus salían a trabajar afuera, incluso hasta el continente australiano, de dos a siete años para el hombre blanco, aprendían pidgin, y eran recibidos con una gran fiesta al regreso, convirtiéndose gracias a sus ahorros en honorables y respetados adultos fieles a sus tradiciones.

Una dimensión ausente en los trabajos es la de la sexualidad, algo absolutamente imprescindible al hablar de los procesos de crianza, socialización y del ciclo de vida. Extraña esta omisión pues la antropología —muy influenciada por los planteamientos psicoanalíticos— incorporó sistemáticamente esta dimensión de la existencia humana y de la vida social desde los primeros estudios que abordaron la infancia, como los de Margaret Mead en los años treinta del siglo pasado. Es además un asunto que, aunque no es fácil de abordar, sin duda puede relacionarse con posibles formas de trabajo sexual de los menores y explotación infantil.

Si bien se menciona la capacidad de actuación de los niños y niñas y "su incidencia y transformación de la dinámica social (agency) no exenta de tensiones y conflictos internos [...] y en relación con las sociedades nacionales" (p. 358) y aunque en el capítulo final trata de mostrarse la iniciativa de los niños, los trabajos no reflejan dicha capacidad de actuación: hay cierta mirada de los niños como víctimas o como producto de la sociedad, y sus voces están ausentes.

Comparto con los autores y con otros antropólogos que han planteado lo mismo desde hace años6 que la educación formal no es la solución automática a la problemática del trabajo infantil, pero es indudable que algunas escuelas bilingües han abierto otras posibilidades y horizontes a las niñas nasa, por ejemplo, que pasaban gran parte de su infancia tejiendo jigra; hoy estas niñas tejen jigra y trabajan en el tul o huerta escolar, pero también juegan, ríen, leen, hablan y escriben en nasa yuwe y en castellano; hablan con propiedad y participan activamente de la vida comunitaria de igual a igual con los varones. La Ley General de Educación (Ley 115 de 1995, art. 5.º) entre los objetivos de la educación colombiana en todos sus niveles señala "la formación en la práctica del trabajo, mediante los conocimientos técnicos y habilidades, así como en la valoración del mismo como fundamento del desarrollo individual y social". Es interesante advertir el matiz en la formulación: la ley no dice "formación para el trabajo" sino "en la práctica del trabajo". Este planteamiento recoge sin duda la tradición de las pedagogías activas de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su desconocimiento y su no puesta en práctica ha llevado a la educación colombiana por un camino intelectualista y formalista, desconectado de la vida cotidiana de la gente, de sus necesidades y vivencias, y que desprecia las actividades manuales y productivas, como ya lo señalaron los esposos Reichel-Dolmatoff (1961) en su excelente etnografía de dos escuelas en Atánquez en la década de 1950. En la mayoría de las escuelas bilingües se aprecia una valoración del trabajo y de las actividades manuales de los niños, y un esfuerzo sistemático por incorporarlos en la vida escolar. Tal vez el aporte más importante de los pueblos indígenas a la educación colombiana podría ser no tanto el del reconocimiento de la diversidad, sino el hacernos pensar el trabajo de otra forma, dignificarlo e incorporarlo a todas las escuelas del país. Y es que en el fondo, el trabajo no es el problema, sino su dignificación.

El libro Infancia y trabajo infantil indígena en Colombia es un excelente ejemplo de lo que puede hacer la antropología como disciplina por este país. Si bien los políticos, los funcionarios y algunas agencias internacionales suelen mirar exclusivamente una serie de indicadores cuantitativos para analizar los fenómenos sociales, sin una problematización ni contextualización, este tipo de trabajos antropológicos muestran la irreductibilidad de la vida social y cultural a unos indicadores, muestran su flujo, su diversidad y "camaleonismo", y cómo una misma cifra no puede ser interpretada de la misma forma en todos los lugares. La antropología tal vez no es muy buena para aportar soluciones, pero es la mejor para proporcionar contextos7.

Finalmente, quisiera felicitar al editor y a los autores por su disciplina intelectual al lograr escribir una serie de textos que pudieran ser comparados y leídos transversalmente, al equipo editorial por una sobria pero muy cuidadosa e impecable edición que incluye un útil índice analítico, y a la OIT por apoyar este tipo de investigaciones en una época en la que todo parece explicarse fácilmente con unas gráficas estadísticas y unas diapositivas en PowerPoint.


1 Correa, F. (1993). Encrucijadas de Colombia amerindia. Bogotá: ICANH.

2 Organización Internacional del Trabajo (OIT). (2009). Trabajo infantil y pueblos indígenas en América Latina. Lima: OIT, IPEC.

3 Reichel-Dolmatoff, G. y Reichel-Dolmatoff, A. (1961). The People of Aritama: The Cultural Personality of a Colombian Mestizo Village. Chicago: University of Chicago Press & Routledge.

4 Pachón Castrillón, X. (2009). ¿Dónde están los niños? Rastreando la mirada antropológica sobre la infancia. Maguaré, 23, 433-469.

5 Mead, M. ([1930] 2001). Growing up in New Guinea. A Comparative Study of Primitive Education. New York: Harper Collins & Perennial Classics.

6 Véase Nieuwenhuys, O. (1996). The Paradox of Child Labor and Anthropology. Annual Review of Anthropology, 25, 237-251.

7 Véase Velasco Maíllo, H., García C., F. J. y Díaz de Rada, Á. (1997). La lógica de la investigación etnográfica. Un modelo de trabajo para etnógrafos de la escuela. Madrid: Trotta.


CARLOS MIÑANA BLASCO
Departamento de Antropología
Universidad Nacional de Colombia