LA DIVERSIDAD ÉTNICA COMO VARIABLE EN LA INTERVENCIÓN DEL TRABAJO SOCIAL*

Ethnic Diversity as a Variable in Social Work Interventions

Oriana Guzmán Reyes**
Trabajadora Social Universidad Nacional de Colombia, Bogotá


Resumen

Este artículo analiza las diferentes perspectivas teóricas que, desde el Trabajo Social, han surgido en torno a la intervención con grupos étnicos, y de manera particular con los grupos étnicos-raciales negro, afrocolombiano, palenquero y raizal. Las diferentes reflexiones se estudian a la luz de la modernidad y del concepto de etnicidad en cuanto variable que resalta las contradicciones del proyecto cultural moderno.

Palabras clave: diversidad, etnicidad, grupos étnicos, modernidad, población afrocolombiana, Trabajo Social.

Abstract

The article analyzes the different theoretical perspectives that have arisen in the context of Social Work in order to carry out interventions with respect to ethnic groups, especially the black, Afro-Colombian, palenquero, and raizal ethnic-racial groups. The different reflections are analyzed in the light of modernity and of the concept of ethnicity as a variable that highlights the contradictions of the modern cultural project.

Keywords: diversity, ethnicity, ethnic groups, modernity, Afro-Colombian population, Social Work.


Introducción

El interés por la cuestión étnica en la tradición del Trabajo Social ha sido amplio y se evidencia en diferentes enfoques utilizados en el quehacer profesional. A lo largo de los años, esas formas particulares de interpretar la cuestión étnica, que del Trabajo Social emergen, se han reevaluado y transformado.

Este artículo aborda los saberes que en torno a la intervención con grupos étnicos, y específicamente, con los grupos étnicos-raciales negro, afrocolombiano, raizal y palenquero, que se han ido tejiendo desde el Trabajo Social a luz del proyecto de la modernidad. La reflexión se desarrolla a través de tres apartados temáticos: primero, el estudio de las repercusiones del proyecto de la modernidad en la construcción de vías que justifican la exclusión y la discriminación de los grupos étnicos; segundo, el concepto de etnicidad como herramienta para esclarecer las contradicciones que subyacen al proyecto de la modernidad; y por último, el estudio de los efectos de este proyecto en el Trabajo Social relativos a su construcción teórica y a las propuestas de intervención con grupos étnicos.

Este escrito es el resultado de una revisión minuciosa de fuentes bibliográficas sobre el abordaje de la cuestión étnica en el Trabajo Social. Dado que son pocos los textos escritos en español que cubren esta temática, se recurrió a la revisión de fuentes en inglés para ampliar la búsqueda. Las traducciones que aparecen aquí son propias.

Modernidad y grupos étnicos: exclusión y discriminación

Las ideas de universalismo, eurocentrismo y modernidad han dejado profundas huellas en los grupos étnicos y han servido como vías para justificar la discriminación y la exclusión.

La modernidad se constituyó como un proyecto cultural en donde el hombre era el centro del universo y desde donde se proclamaron valores como la homogeneidad y la universalidad (Hissong 1996). Su resultado fue una praxis irracional de violencia que se justificaba con premisas como:

La civilización moderna se autocomprende más desarrollada, superior […] La superioridad obliga a desarrollar a los más primitivos […] El camino de dicho proceso educativo de desarrollo debe ser el seguido por Europa […] la praxis moderna debe ejercer en último caso la violencia si fuera necesario […] Esta dominación produce víctimas […] Para el moderno, el bárbaro tiene la “culpa” […] se interpretan como inevitables los sufrimientos o sacrificios de la “modernización”. (Dussel 1995 49)

La idea del eurocentrismo ubicó a todas las culturas como periféricas y supuso que “[…] el etnocentrismo europeo moderno fuera el único que pudiera pretender identificarse con la ‘universalidad-mundial’” (Dussel 1995 48). Una de las formas por medio de la cual se materializó esta ideología de la modernidad fue la trata negrera transatlántica,

[…] los africanos llegaron ‘en calidad de piezas de indias’, deshumanizados, por el puerto de Cartagena de Indias entre 1533 y 1810 a la Nueva Granada colonial como parte del proyecto de modernidad que en Europa lideró España, que conquistó el Nuevo Mundo. (Mosquera 2007 221)

Así la racional modernidad produjo indios sacrificados, negros esclavizados, mujeres oprimidas y culturas populares alienadas (Dussel 1995 41).

La modernidad se inscribe en un sistema capitalista moderno-colonial en donde la jerarquización de las sangres mediante instituciones estatales y eclesiásticas es fundamental para el mantenimiento de la estructura capitalista. Como señala Mosquera (2007) “[…] la noción actual de raza es endémica de la modernidad y modernidad y colonialidad van a la par”. El centrismo reclamado por Europa solo era posible ubicando a sus colonias como periferias, y esto explica por qué los colonizadores apelaron a una idea de poder fundada en la superioridad étnica y cognitiva (Dussel 226).

Es de resaltar que el resultado de esta tendencia histórica, típica de la modernidad, es “[…] la naturalización ideológica de las desigualdades socioeconómicas que imperan” (Stolcke 2000 28). Uribe (2006) en uno de sus estudios ilustra muy bien esta idea. En su investigación sobre asistencia pública en Colombia señala cómo en la década de los años veinte los discursos evolucionistas para la “regeneración de la raza” estuvieron a la cabeza de un grupo de intelectuales preocupados por “[…] la ‘degeneración’, argumentada con el aumento de las epidemias, el alcoholismo y la pobreza” (Uribe 39). El “perfeccionamiento racial” era la solución más plausible para tratar las “enfermedades de la raza”. Este estudio evidencia cómo la concepción de la superioridad étnica y lo genético toman fuerza para explicar los problemas sociales colombianos de la época, y así desviar la atención de la responsabilidad que tiene el Estado frente a las desigualdades sociales y lograr neutralizar los conflictos inherentes a la modernidad. Quienes se oponían a las ideas evolucionistas y reconocían las contradicciones del proyecto moderno sugerían

[…] la necesidad de incluir en las propuestas estatales las dimensiones históricas, sociales y políticas de los problemas sociales. Bejarano no creía en la “degeneración racial” genética, más bien, atribuyó buena parte de los problemas a la falta de políticas sociales adecuadas. (Uribe 42)

Mosquera señala que la creencia en la modernidad como un cambio sociocultural superior dio origen a otros proyectos como la Nación blanco-mestiza que se asienta en una serie de valores sociales y morales, “[…] los grupos étnico-raciales que no se ajusten a estas prácticas estandarizadas son inducidos al cambio o excluidos de la sociedad” (Mosquera 2007 2).

Teniendo en cuenta que todos los centrismos son dignos de ser reivindicados y que históricamente todas las culturas, incluyendo la europea, son resultado de culturas yuxtapuestas (Dussel 1995 44), se empieza a cuestionar la idea de identidad sin alteridad y de “superioridad” e “inferioridad” cultural.

Tales consideraciones sobre modernidad y universalidad nos permiten entender que la exclusión de los grupos étnicos raciales negro, afrocolombiano, palanquero y raizal es producto de una oposición a las prácticas estandarizadas por el proyecto de Nación blanco-mestiza, el cual se inscribe en la modernidad y se afirma en la idea de homogeneidad.

Etnicidad, un concepto que resalta contradicciones del proyecto de la modernidad

Naturalizar el imaginario cultural europeo como “[…] única forma de relacionarse con la naturaleza” (Mosquera 2007 226) generó una incomprensión de las desigualdades sociales y, por ende, de la exclusión, puesto que estas no fueron vistas como construcciones sociohistóricas. Una de las herramientas usadas para resaltar el hecho de que las comunidades humanas son “[…] fenómenos históricos, culturales, en vez de agrupaciones dotadas de rasgos morales e intelectuales de origen ‘racial’ y por lo tanto hereditarios” (Stolcke 2000 35) fue la utilización del término etnicidad en el sentido de identidad cultural. Este concepto buscaba tanto subrayar el carácter ideológico-político de las doctrinas y discriminaciones “racistas” como resaltar las contradicciones propias del proyecto de la modernidad.

Aunque fue en 1953 cuando apareció por primera vez el término etnicidad, su difusión se dio de forma más amplia en la posguerra, una vez que los estudiosos “[…] rechazaron el término raza motivados por un repudio ético humanista de las doctrinas racistas de los nazis” (Stolcke 35).

Para Geertz (1963) la característica que definía la etnicidad sería “[…] el deseo por no pertenecer a ningún otro grupo” (Geertz 1963 citado en Yinger 1985). Weber lo definió como “[…] una creencia subjetiva en una descendencia común” (Weber 1963 citado en Yinger 1985); y Corlett (2003), en su estudio sobre la naturaleza de la etnicidad, resaltó que aunque la diferencia (visible o aparente) de los miembros de un grupo puede ser un indicador de etnicidad, su naturaleza reside en: a) una descendencia genealógica y b) una experiencia compartida intencional por parte de los miembros del grupo si bien,

[…] la forma en la que los miembros de un grupo étnico experimentan el mundo y son percibidos por los miembros de otros grupos no son el resultado de una moral buena o de la mala suerte, sino la consecuencia de elecciones intencionales por parte de los miembros del grupo étnico. (Corlett 12)

Yinger (1985) definió la etnicidad en términos de un origen, unos segmentos culturales comunes y unas actividades compartidas en donde el origen común y la cultura son ingredientes fundamentales.

La etnicidad al igual que la raza es una construcción social, no una predeterminación biológica. Es importante para la interacción humana “[…] solo porque esta está por lo general relacionada con diferencias culturales, históricas y de [e]status” (Nagel 2000 153). Asimismo la discriminación, la estratificación y las fronteras entre los grupos étnicos son construcciones sociales que responden a relaciones de poder,

[…] el poder es fundamental para regular las fronteras raciales y étnicas, este poder para nombrar lo étnico puede ser formal en donde por ejemplo el Estado designa un criterio particular para la clasificación racial y étnica o informal, en donde las audiencias en espacios sociales atribuyen significados étnicos a unas características sociales del individuo. (Nagel 2000 116)

Estas estratificaciones y discriminaciones pasan por percepciones, prescripciones y estereotipos que en su grado más alto, el genocidio —desde una visión que reconoce daños físicos y mentales— pueden llevar a la destrucción cultural de un grupo étnico (Yinger 1985 164). En este sentido, “[…] el color, la lengua, la religión y la cultura pueden convertirse en bases potenciales para la identidad étnica, o para el conflicto” (Nagel 2000 118).

Stolcke (2000) ha agregado a la discusión su análisis sobre las categorías de naturaleza y cultura en relación con la categoría de etnicidad. La preocupación de esta autora radica en que las definiciones del concepto de etnicidad borran fácilmente las divisiones entre cultura y naturaleza. En este sentido, los rasgos culturales tienden a ser dotados de una realidad esencial. Stolcke comprende las características étnicas como construcciones simbólicas que “[…] se utilizan en ciertas circunstancias sociopolíticas como criterio de definición y delimitación de grupos humanos”

(41) y propone analizar los procesos sociopolíticos en los que se construyen ideologías que prevalecen sobre las nociones o los conceptos.

Para Nagel (2000), la etnicidad es tanto performada como preformativa. Performada, porque los individuos y los grupos se comprometen con “presentaciones de uno mismo” y preformativa, porque las fronteras étnicas se constituyen a partir de afirmaciones diarias sobre las diferencias étnicas. La etnicidad se entiende como un proceso dialéctico, fruto de las interacciones entre individuos y audiencias.

Es frecuente encontrar el estudio del concepto etnicidad en relación con otro concepto. Al respecto aparecen cuatro grandes asociaciones: a) etnicidad y raza (Corlett 2003; Stolcke 2000), b) etnicidad y cultura (Yinger 1985), c) etnicidad y sexualidad, y d) etnicidad y política (Nagel 2000). Sobre cada una de estas relaciones se ha escrito:

Trabajo Social y el abordaje de la cuestión étnica

La idea de modernidad y universalidad repercutió en el abordaje de la cuestión étnica en el Trabajo Social. Esto puede analizarse desde dos vías: 1) en relación con los cuestionamientos sobre la base teórica del Trabajo Social, y 2) referido a los enfoques alternativos para la intervención con grupos étnicos.

Estudios como el de Urh (2008) demuestran que al trabajar con grupos étnicos en países como Taiwán, China y Eslovenia, entre otros, las teorías occidentales del Trabajo Social se han convertido en “[…] fuente de confusión y conflicto” (Nimmagadda y Cowger 1999). El debate que lleva a tal afirmación se centra en que los saberes locales —entendidos como los que emergen de las prácticas profesionales en diferentes lugares del mundo— no son reconocidos sino más bien “introducidos” en lógicas de una metodología universal del Trabajo Social y en una única identidad profesional. Quienes bajo esta postura se encuentran sostienen que: 1) los modelos del Trabajo Social en los países en desarrollo han sido importados; 2) se han adoptado modelos urbanos estadounidenses que en escenarios rurales causan confusión; 3) la orientación de los valores profesionales ha sido influenciada por los valores liberales estadounidenses; 4) estos modelos se centran en las experiencias culturales de solo unos grupos de la sociedad; 5) estos modelos en Trabajo Social no comprenden la realidad étnica; y 6) se alejan de la interdependencia que existe en los fenómenos sociales globales. (Nagy y Falk 2000; Urh 2008; Nimmagadda y Cowger 1999; Graham 1999).

Según varios autores que han abordado estas discusiones (Nagy y Falk 2000; Boyle y Springer 2001; Strier 2007; Urh 2008; Nimmagadda & Cowger, 1999; Graham 1999), la idea de universalidad e identidad única del Trabajo Social ha llevado a los escenarios de la intervención profesional las siguientes falencias a la hora de intervenir con grupos étnicos, entre otras:

Esto supuso una nueva orientación de la práctica y la teoría del Trabajo Social que recogiera las necesidades de los grupos étnicos y contribuyera a eliminar las desigualdades y las discriminaciones sociales a las que se enfrentan. Estos enfoques, perspectivas y propuestas académicas son valiosas en la construcción de un Trabajo Social reflexivo.

El abordaje de la cuestión étnica desde esta profesión se ha dado en tres aproximaciones que a su vez recogen varios enfoques. Estas son: 1) el pluralismo liberal; 2) el pluralismo cultural —a partir del cual se ubican: el paradigma del Trabajo Social desde una perspectiva afrocéntrica; el enfoque étnico-sensitivo; el Trabajo Social multicultural, intercultural y cross-cultural—; y 3) las aproximaciones estructurales: Trabajo Social antiopresivo y Trabajo Social con perspectiva de justicia social reparativa.

El pluralismo liberal fue desarrollado por Cheetman (1972) en Inglaterra, a raíz de un análisis sobre la naturaleza de los problemas que enfrentaban los inmigrantes en este país en los años setenta. Esta primera aproximación recoge los conceptos de integración y asimilación y promueve la comprensión de los grupos étnicos como iguales a nosotros. En este sentido, no se hace un diagnóstico diferencial; solo se trata de una perspectiva que lleva a los profesionales hacia un estado de neutralidad que, como señala Denney (1983 169), puede convertirse en “[…] un voto para el mantenimiento del statu quo y en un aliado para el racismo”.

Aunque esta perspectiva evidenció las limitaciones de los métodos clásicos del Trabajo Social —Trabajo Social de Caso, Grupo y Comunidad— y la necesidad de nuevas estrategias, no logró hacer aproximaciones estructurales a la cuestión étnico-racial; más bien se encargó de integrar a los miembros de los grupos étnicos a la sociedad. De modo que se esperaba que quien acudiera a los servicios sociales institucionales hiciera todas las adaptaciones necesarias para ajustarse a la sociedad. El pluralismo liberal es una muestra clara de una oposición a las prácticas racistas y de exclusión sin que esto necesariamente implique cuestionamientos sobre el orden sociorracial vigente. Esta es una perspectiva liberal que considera la condición objetiva de la etnicidad y puede terminar en un enfoque liberal del racismo en donde se neutralizan los conflictos inherentes a situaciones raciales (Stolcke 2000). No obstante, sus limitaciones fueron objeto de reflexión constante en el Trabajo Social y dieron origen a nuevos métodos de intervención.

La segunda aproximación encontrada en el abordaje de la cuestión étnica desde el Trabajo Social es el pluralismo cultural, el cual se desarrolló luego del pluralismo liberal. Parte de reconocer que las fronteras étnicas deben ser, para los profesionales, un objeto de reflexión y análisis. Para ello se requiere una sensibilidad a la diferencia cultural tal, que las actividades de un grupo no sean juzgadas bajo los estándares de otro. Solo así se pueden ver las culturas como totalidades sistemáticas coherentes, lo cual supone que algo que parece “extraño” puede convertirse también en un recurso valioso para los trabajadores sociales. Desde esta perspectiva se critica la idea de asimilación y se impulsa la provisión de servicios diferenciales (Denney 1983 163).

Sin lugar a dudas el enfoque más radical dentro de esta aproximación ha sido el paradigma del Trabajo Social desde una perspectiva afrocéntrica. A partir de la idea de que los fundamentos teóricos del Trabajo Social no reflejan la diversidad de perspectivas y valores culturales, Graham expande su base intelectual y filosófica de cierto modo que abrace a la humanidad (Graham 1999 15). Este nuevo paradigma se fundamenta en la realidad de la experiencia de la población negra. Reconoce también la herencia histórica y cultural de la población africana en todo el mundo. Sus principios y valores son: interconexión de todas las cosas; la naturaleza espiritual de los seres humanos; identidad colectiva-individual; relación entre mente, cuerpo y espíritu; y el valor de las relaciones interpersonales. Para Graham, estas son herramientas que equiparían óptimamente a la práctica profesional para asumir la tarea de nutrir y desarrollar a las familias africanas y a sus hijos en un nivel sicológico, social y espiritual.

El enfoque del Trabajo Social, que se ubica en el marco del pluralismo cultural, es el étnico-sensitivo. Este parte de reconocer la etnicidad como un tema de investigación y contradice la postura del Trabajo Social Tradicional, el cual no aborda la dimensión racial de los problemas sociales ni las diferencias que existen entre los grupos étnicos. Además, se opone a un tratamiento homogéneo para todos los usuarios de los servicios y pone al descubierto las relaciones de opresión. En este sentido, las diferencias culturales y la etnicidad se resaltan por encima de otros factores (Urh 2008 162).

Cabe agregar que el enfoque étnico-sensitivo del Trabajo Social se basa en la idea del reconocimiento de valores, necesidades culturales y diferencias entre los grupos étnicos locales. Promueve respuestas a la diversidad étnica y cultural, expresadas en el respeto por la dignidad y la individualidad de los usuarios. Se posiciona como una práctica reflexiva que evade estereotipos y reconoce el racismo individual e institucional. Varios procesos hacen parte de la puesta en marcha de esta perspectiva. Algunos de estos son: valoración de las diferencias culturales, desarrollo positivo de las identidades minoritarias, acciones afirmativas y empoderamiento de los usuarios de los servicios (Urh 122). Asimismo permite a los profesionales desarrollar las siguientes competencias:

Otro de los enfoques ubicados en el pluralismo cultural es el Trabajo Social multicultural, que enfatiza en temas como diversidad cultural y comunicación inter-cultural. Esta postura se centra en los encuentros de los grupos culturales, que ocurren en escenarios multirraciales, multiculturales y multilingüísticos, tales como áreas urbanas con concentraciones étnicas importantes (Nagy y Falk 2000).

Siguiendo esta misma línea aparece el Trabajo Social cross-cultural que tiene como premisas: 1) el conocimiento que usan los trabajadores sociales en los escenarios prácticos con grupos étnicos es esencialmente reflexivo respecto a las prácticas occidentales del Trabajo Social, 2) la práctica del Trabajo Social no puede ser acultural o ahistórica, 3) cuando se implementan modelos desarrollados en otras culturas surgen incongruencias frecuentes en las actividades diarias del profesional, y 4) los modelos de práctica del Trabajo Social están cargados de valores culturales, normas, actitudes, hábitos lingüísticos y creencias implícitas y explícitas, racionales e irracionales (Nimmagadda y Cowger 1999).

Se encuentra también el Trabajo Social intercultural como espacio conceptual y metodológicamente poco explorado. Este enfoque reconoce el derecho a la diversidad —entendida como una dimensión a respetar— y pretende analizar las prácticas sociales que en torno a la diversidad se crean (Prada 2007). La diversidad vista desde este enfoque implica también la gobernabilidad en el sentido de posibilitar

[…] el ejercicio de los derechos de las etnias, democratizar las relaciones de estas colectividades y recuperar la memoria de las luchas históricas para permitir el ejercicio de las manifestaciones culturales diversas y de la diferencia, con el fin de garantizar una gobernabilidad cultural. (Lorente 1999)

Adriana Lievano Latorre
Chiva tutunendo
Quibdo, Chocó,
Colombia 3 de enero del 2008

Según el Trabajo Social intercultural, la diferencia es entendida en sentido positivo a nivel personal —que hace referencia a la capacidad de auto-reflexión—y como principio rector de los procesos sociales que permite desenmascarar las formas de discriminación e invisibilidad sociocultural. Este enfoque promueve la emancipación y la liberación como parte del proceso de construcción de relaciones culturales.

De otro lado se encuentra la intervención intercultural, la cual, de acuerdo a sus postulados, requiere una escucha activa y una dialéctica entre dos universos cognoscitivos. Según Lorente (1999), implica tres tareas fundamentales, a saber: descentrarse, penetrar en el sistema del otro y negociar una mediación. La descentración se entiende como la toma de distancia de la idea del profesional en cuanto portador de la única cultura, mirándola como algo provisional en la relación con el otro.

Al revisar la bibliografía relacionada con los métodos de intervención de Trabajo Social que surgieron en el marco del pluralismo liberal y del pluralismo cultural, se concluye que la primera aproximación tendió a naturalizar ideológicamente las desigualdades económicas que imperan en la sociedad. En este sentido fue valiosa para el surgimiento de nuevas interpretaciones aunque tuvo como fin

[…] reconciliar lo irreconciliable a saber, la ilusión liberal de que todos los seres humanos, libres e iguales por nacimiento, gozan de igualdad de valor y oportunidades con la desigualdad socioeconómica realmente existente en interés de los que se benefician de esta última. (Stolcke 2000 29)

En cuanto al pluralismo cultural, se puede decir que significó un avance importante en la interpretación de la cuestión étnica desde el Trabajo Social, no obstante promovió una intervención diferenciada con grupos étnicos. Al revisar las propuestas de cada uno de los métodos que hicieron parte de esta aproximación (multicultural, intercultural, cross-cultural, enfoque étnico-sensitivo) se encuentran más similitudes que diferencias. Todos parten de reconocer la diferencia en sentido positivo, y enfatizan que la práctica del Trabajo Social no puede ser ahistórica ni acultural. También resaltan la importancia de los procesos de reflexión permanente por parte de los profesionales, para prevenir que se reproduzcan los discursos de discriminación y exclusión.

Por último tenemos la aproximación estructura-lista del Trabajo Social para la intervención con grupos étnicos. Esta aproximación surge a finales de los años setenta en las experiencias de vida de los pueblos oprimidos (Dominelli 1996). Este método difiere de las aproximaciones que el Trabajo Social hizo previamente en dos sentidos. Por un lado, considera que enfocarse meramente en diferencias étnicas o culturales desvía la atención de las prácticas que perpetúan y legitiman el racismo. Por otro, estudia las relaciones de raza en el contexto de las relaciones de producción y persigue cambios estructurales (Denney 1983 165).

Dentro de esta postura estructuralista aparece la práctica antiopresiva del Trabajo Social, desarrollada mayormente por Dominelli (1996). Esta práctica busca transformar la estructura y los procedimientos del servicio, a través de cambios macrosistémicos en un nivel político y legal. La práctica antiopresiva puede definirse como una forma de práctica del Trabajo Social que enfatiza las divisiones sociales y las inequidades estructurales que existen en el trabajo que se hace con las personas, independientemente de que sean usuarios “clientes” o trabajadores (Dominelli 1996).

Esta propuesta se convierte en una perspectiva crítica antirracista y antidiscriminatoria basada en la idea de que las personas deben tener igualdad de oportunidades para participar en la sociedad. El logro principal de esta perspectiva es el estudio sistemático de la opresión. Su objetivo es hacer conexiones entre diferentes aspectos de las vidas de las personas, considerando una aproximación holística de las formas de vida (Dominelli 1996). La práctica antiopresiva parte de la idea de que el Trabajo Social está en contra de todas las formas de discriminación y opresión. En este sentido, propone analizar cómo el racismo, la opresión y la discriminación han creado barreras y estructuras que impiden que ciertos grupos de la población accedan a las oportunidades de manera amplia. Además promueve la conciencia de los trabajadores sociales respecto a las actitudes y estereotipos personales, de modo que se pueda enfrentar el racismo cotidiano e institucional.

Mosquera (2007) desarrolla en uno de sus estudios sobre población étnico-racial negra, afrocolombiana, palenquera y raizal una perspectiva del Trabajo Social que enfatiza la idea de justicia social reparativa, la cual se ubica en la corriente estructuralista. Este enfoque reconoce que las diferencias culturales se conectan con situaciones indeseables actuales que deben ser transformadas. Estas situaciones, para el caso de las poblaciones negra, afrocolombiana, raizal y palenquera, aparecen como un contínuum de la institución esclavista y son producto de daños ontológicos causados por un legado social colonial en el que la racialización de la población era esencial para el mantenimiento de la estructura económica capitalista.

Este tipo de Trabajo Social con los grupos étnicos-raciales negro, afrocolombiano, palenquero y raizal, inspirado en la idea de justicia social reparativa, supondría para la disciplina y la profesión lo siguiente:

A partir del estudio de los tres enfoques que desde el Trabajo Social se han desarrollado en torno a la intervención con grupos étnicos, se identifica que un debate central que emerge y que parece encadenar la mayoría de las posturas es el posicionamiento ético de la profesión. Como vimos, cada enfoque hace alusión a los valores centrales del Trabajo Social y al Código de Ética. Banks (1998) por ejemplo señala que los códigos de ética deben reflejar las perspectivas de toda la comunidad y no solo las de unas partes fragmentadas. Mientras unos autores expresan el compromiso del Trabajo Social con la equidad y la justicia social como medios para posicionar nuevos valores culturales que abracen la diversidad de pueblos (Graham 1999), otros arguyen que es en la práctica profesional cuando surgen nuevos valores que le permiten a los profesionales enfrentar las situaciones diarias. Estos autores a su vez proponen una reflexión sobre tales conocimientos emergentes que se construyen como saberes locales marcados por las particularidades del contexto.

El Trabajo Social desde hace varias décadas siempre se ha interesado de manera reflexiva por la cuestión étnica. Inicialmente lo hizo transformando los métodos clásicos del Trabajo Social y cuestionando las estructuras de opresión y dominación. Estos avances no solo permiten estudiar hoy en día las desigualdades sociales que enfrentan las poblaciones negra, afrocolombiana, palenquera y raizal en Colombia, sino que constituyen otros valiosos pilares para impulsar la discusión sobre el abordaje de la cuestión étnica desde el Trabajo Social.


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