Fray Luis de León, altísimo poeta lirico
Autores
Restrepo Canal, Carlos
Director
Tipo de contenido
Artículo de revista
Idioma del documento
EspañolFecha de publicación
1957
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Resumen
Por sobre el teólogo insigne, el moralista experimentado y prudente, V el escritor religioso, latino y español, se destaca en fray Luis el poeta. Porque, sin duda, como poeta que canta la vida del campo, retirada del ruido mundanal; la belleza de las criaturas y, lleno de unción y fervor, los misterios de la fe y los vehementes anhelos místicos del alma, tiene más atractivo fray Luis de León, y es aún más conocido y admirado, que como doctor v humanista. De su natural, de sus sentimientos verdaderamente poéticos y de la espontaneidad con que la poesía brotaba de su mente, de su corazón y de su pluma, da testimonio él mismo cuando refiere que se le cayeron “como de entre las manos estas obrillas: a las cuales —dice— me apliqué más por inclinación de mi estrella que por juicio o voluntad”. No gastó en componerlas más tiempo del que tomaba para olvidarse de otros trabajos, ni les dedicó “mas estudio del que merecía lo que nacía para nunca salir a luz; de lo cual —agrega— ello mismo y las faltas que en ello hay, dan suficiente testimonio’ . No obstante, aunque no dió importancia a sus versos ni pensó en dejarlos salir a luz, tenía la poesía por “cosa santa, comunicación del aliento celestial y divino que levanta a los hombres hasta el cielo de donde procede”. Por esto los poetas, y entre éllos fray Luis singularmente, como seres que reciben tal comunicación de lo divino, y que experimentan por maravillosa manera los sentimientos de la humanidad toda, brillan y hácense conocer y amar más que los sabios. Las poesías de León se publicaron por primera vez divididas en tres partes, y esta división se ha conservado en las publicaciones posteriores. En la primera de las divisiones se hallan las poesías originales o propias de fray Luis; en la segunda las traducciones de autores profanos, y en la tercera las de autores sagrados. Para quienes, hayan de juzgar las dos últimas partes, pide fray Luis ciertas condiciones. Dice así: “De lo que yo compuse juzgará cada uno a su voluntad: de lo que es traducido, el que quisiere ser juez, pruebe primero qué cosa es traducir poesías elegantes de una lengua extraña en la suya sin añadir ni quitar sentencia, y guardar cuanto es posible las figuras de su original y su donaire, y hacer que hablen en castellano y no como extranjeras y advenedizas, sino como nacidas en él y naturales. Lo cual no digo que he hecho yo, ni soy tan arrogante, mas helo pretendido hacer, y así lo confieso. Y el que dijere que no lo he alcanzado, haga prueba de sí, y entonces podrá ser que estime más mi trabajo. Al cual yo me incliné sólo por mostrar que nuestra lengua recibe bien todo lo que se le encomienda, y que no es dura ni pobre, como algunos dicen, sino de cera y abundante para los que la saben tratar”.