Espacio y diferenciación de género: hacia la configuración de heterotopías de placer
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Artículo de revista
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EspañolPublication Date
1998-06Metadata
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El siglo XIX en occidente trajo, además de un cúmulo de transformaciones y cambio, dos cuestiones de interés muchas veces olvidadas: su preocupación por el espacio al que recortó, fragmentó, le impuso límites y fronteras, lo reglamentó y normatizó a fin de ubicar a cada sujeto en su lugar para vigilarlo y controlarlo mejor y, por otro lado, implantó la diferenciación de género basada en el modelo de los dos sexos, masculino y femenino, avalado por la naturaleza, en sí misma sabia, alejada de toda confusión, legislando para cada ser un sexo y sólo uno. A fines del siglo XVII y principios del XVIII comenzaron a darse toda una serie de cambios radicales en la comprensión de la diferencia sexual, especialmente a nivel del discurso médico; hasta esta época existió una representación del cuerpo que se remontaba a los griegos, mediante la cual el sexo y la sexualidad no eran atributos definitivos del cuerpo. Las diferencias se reconocían a través de un continuo: más o menos calor, más o menos vigor, donde la causa formal era el hombre y la material mujer, según la distinción aristotélica. Se estaba frente a un modelo de sexo único, sólo había un sexo: el masculino, y la mujer era una forma disminuida, fallida de ese único sexo. Durante dos milenios la teoría uni-sexual dominó el pensamiento anatómico, de tal manera que la sexualidad de las mujeres era la forma degradada de la sexualidad masculina, estableciéndose una serie de equivalencias: el útero era el escroto femenino; los ovarios, sus testículos; la vulva, un prepucio; y la vagina, un pene invertido, vistos como formas no totalmente desarrolladas como las masculinas.Keywords
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